"Yo no noto la crisis, el primer trimestre de este año he facturado 18.000 euros más que en el mismo trimestre de 2008". Esta frase, tan difícil de oír en la situación económica actual, es del franquiciado de Tabernas Lizarran en Reus, Joan Pere Ferran. Desde hace siete años está asociado a esta popular marca gastronómica, primero con un establecimiento en Vinaròs y posteriormente en Reus.
Ferran acaba de renovar su contrato con Lizarran para los próximos cinco años. Deberá pagar un royalti sobre todas sus ventas (al que se suma, cuando se firma un nuevo contrato, el canon de entrada por franquicia y zona) pero "considero que hago una muy buena inversión, porque se trata de una franquicia que está progresando mucho en todo el mundo y hacen un gran marketing, su logo y su imagen corporativa valen mucho dinero", afirma.
Joan Pere Ferran no era cocinero ni estaba vinculado a la restauración, sino que era pintor de coches, pero quiso probar suerte como empresario con una franquicia: apostó con acierto, se dotó de un equipo que supiese hacer lo que él no sabía y años después puede presumir de su éxito.
En una época de crisis, las franquicias consiguen mantener resultados e incluso mejorar levemente. De los 24.786 millones de euros calculados en julio de 2008 en el total del sistema de franquicias en España se pasó, en diciembre pasado, a 26.010 millones, un incremento del 0,5%. Es un aumento leve pero que contrasta con el hecho de que el sector minorista tradicional lleva 17 meses en pérdidas.
Modelo evolucionado. "Tener una franquicia aumenta las posibilidades de tener éxito", afirma Gerard Costa, profesor de Marketing de Esade. Para Costa, la franquicia supone la evolución del comercio detallista desde un modelo original de autoocupación, en el que no se entra demasiado en la rentabilidad del negocio mientras dé para ir generando las nóminas del comerciante y de los empleados a su cargo (a menudo familiares), hasta un modelo en el que el propietario ya no está tras el mostrador, sino haciendo de gerente. La elección de la franquicia no se rige por lo que el franquiciado sabe hacer, sino a partir del análisis de las necesidades del barrio o ciudad.
En otras palabras, una franquicia es un comercio -o cualquier otro tipo de establecimiento, desde la restauración hasta los servicios- con un plan de empresa detrás. "No es el modelo del futuro, sino del presente", afirma Costa, "y si ahora no se está expandiendo es por falta de financiación, pero cuando regrese la aportación de los bancos volverá a crecer, mientras que el comercio tradicional, que hace ya diez años que iba tirando con un sueldo de subsistencia, ahora, tras tantos meses seguidos de pérdidas, ha decidido cerrar", explica el profesor de Esade.
La franquicia arrastra, sin embargo, una especie de imagen peyorativa, como de parvenu frente al comerciante de toda la vida. "Es cierto que la mayoría procedemos de la autoocupación, pero asumimos también nuestros riesgos, como cualquier botiguer", afirma Jacint Pallejà, franquiciado de las tiendas Natura en Reus, Tarragona, Tortosa, Cambrils y Valls y que entró en el mundo comercial precisamente con la primera tienda Natura en Reus en plena crisis de los años 90, cuando la empresa en la que trabajaba pasaba por problemas. Actualmente, además de Natura, tiene dos tiendas Cuplé en Tarragona y Reus.
Vinculado al territorio. Pallejà recuerda que, en realidad, la diferencia en el mundo del comercio estriba en quién está vinculado al territorio y quién no lo está: grandes cadenas como las tiendas textiles del grupo Inditex tienen a encargados en cada tienda, mientras que los grupos de franquicias tienen en cada establecimiento al propio empresario, el franquiciado que se juega su dinero en el éxito del negocio.
El franquiciado de Natura se muestra escéptico ante la expresión «comerciante de toda la vida»: «Es un concepto demasiado extenso, no es lo mismo el comercio del centro que el del barrio, o uno de ropa y otro de alimentación. Y el comerciante de hace 50 años es completamente diferente del de ahora», recuerda.
La franquicia no es un seguro de vida ante la crisis. Habrá ofertas que dejarán de interesar, barrios que han cambiado de configuración y por tanto de vecindad y por tanto negocios que dejan de serlo. Pero también ahí está la ventaja de la franquicia, ya que es más fácil reinventarse. «Si ya has recuperado la inversión y has hecho beneficio, no tienes por qué tener el mismo establecimiento toda la vida. Buscas una nueva franquicia y vuelves a empezar», concluye Costa.
Fuente: Diari de Tarragona